Mi hijo hará deporte y perderá
Sí, sí, lo has leído bien. Quiero que mi hijo haga deporte, y estoy segura, segurísima de que va a perder muchas veces. Y estoy contenta por ello.
No os penséis que soy una mala madre que no quiere a su hijo por desearle que pierda cuando practique un deporte. Simplemente soy realista. Y, si lo pienso bien, en el fondo le deseo que alguna vez pierda, porque eso le hará ver las cosas de otra manera, es una enseñanza para la vida.
Perder un partido de baloncesto, quedar el último en una carrera, ser descalificado en primera ronda de un concurso que se ha preparado mucho… ¿acaso la vida no es así?.
La cuestión no es si queda el último o no, es la enseñanza que les transmitimos a los niños. Y esas veces de “quedar el último” son sin duda unas ocasiones excepcionalmente buenas para transmitir a nuestros hijos los valores del deporte. También lo son las veces que ellos quedan los primeros, pero de eso mejor hablamos otro día….
¿Sabéis por qué todos los niños deberían practicar un deporte y perder de vez en cuando?:
1) En la vida no siempre se gana
Da igual cuánto te esfuerces, que lo des todo. En la vida en muchas ocasiones nos encontramos con que no siempre las cosas salen como queremos: nuestras empresas se van a la quiebra, nuestra pareja nos deja, nuestro ordenador se rompe o el dinero no nos llega para comprar eso que queremos.
Por desgracia la enseñanza que les estamos transmitiendo a los niños hoy en día es que consiguen todo lo que quieren, siempre ganan: tienen los juguetes que quieren, en casa se hace lo que ellos dicen ,… y esto en sí mismo no es malo. El problema es que cuando crecen y se dan cuenta de que no todo en la vida es ganar, que a veces se pierde. En ese momento un niño que nunca haya perdido se siente confuso, no logra entender qué pasa: si siempre ha ganado no va a ser capaz de afrontar una derrota, por pequeña que sea.
Todavía recuerdo a compañeros de la universidad que se quedaban bloqueados si suspendían un examen. Nadie les había enseñado que a veces, aunque te esfuerces, no consigues lo que quieres. Pero tienes que levantarte, afrontar esa pequeña derrota y seguir trabajando para alcanzar tus objetivos en el siguiente intento.
Es duro, pero así es la vida. Mejor aprender esto en el deporte que a sopapos con las cosas importantes de la vida.
2) Aprendemos el valor del esfuerzo y la tenacidad
No quiero que mi hijo siempre gane, porque eso le transmitiría una enseñanza errónea de la vida. Los niños que hacen deporte y sin apenas entrenar o esforzarse, y pase lo que pase, siempre ganan, obtienen una enseñanza equivocada: siempre consigo lo que quiero.
Quiero que mi hijo sea capaz de afrontar la derrota, sepa levantarse y decir: “ahora más que nunca tengo que esforzarme a tope”. Que sepa que si no se entrena lo suficiente el resultado es que se pierde. Y aquí hablamos de deporte, pero lo mismo pasa con los estudios, con el trabajo o con la pareja: si no trabajas día a día el resultado es catastrófico.
3) Perder un partido, terminar el último en una carrera, no es un fracaso: el fracaso es no intentarlo o no esforzarse
Todavía recuerdo que cuando practicaba atletismo había muchas chicas que normalmente ganaban siempre. Pero ese día en el que no se encontraban tan bien y se veían las últimas abandonaban. Era imposible ganarlas nunca, porque siempre que las pasábamos se retiraban al cabo de unos metros.
Hay que ser muy valiente para terminar una carrera siendo el último. Ser el primero es fácil: todos aplauden cuando llegas. Pero para llegar el último hace falta una madera especial, hay que ser mucho más humano, más valiente, más seguro de sí mismo, más trabajador, más luchador… Todas estas características son las que quiero que tengo mi hijo.
Afrontar una competición supone arriesgarse, a ganar o a perder, a encontrarse fabuloso o a tener malas sensaciones durante la competición. Queremos formar a una generación de valientes, de emprendedores, de personas que miran de frente a la vida.
Ese que se retira sin estar lesionado, por el mero hecho de encontrarse el último no ha entendido nada de lo que significa el deporte. Ese no ha comprendido que lo importante no es quedar el primero, sino esforzarse, participar, pasarlo bien, disfrutar de cada momento. El fracaso no es quedar el último, el fracaso es no esforzarse lo suficiente, de no dar todo lo que nosotros podemos dar.
4) Perder en el deporte ayuda a desdramatizar el fracaso
Ya hemos dicho que en la vida no siempre se gana. Pero afrontar el fracaso de una forma positiva requiere práctica. Seguramente la primera vez que mi hijo pierda se sienta frustrado, furioso, decepcionado. Y es normal. Poco a poco aprenderá a sacar la parte buena de esas situaciones y a reponerse rápidamente de cualquier fracaso para levantarse cuanto antes y seguir trabajando para la siguiente vez.
Estoy harta de encontrarme en mi día a día a adultos que hacen una montaña de un grano de arena. Que se paralizan cuando algo no sale como ellos esperaban. Ahora está muy de moda todo el tema de la resilencia, y si hay algo que tengo clarísimo es que en el deporte es uno de los primeros valores que se aprende.
5) Quedar los últimos también nos ayuda a aceptarnos, con nuestras limitaciones y nuestro potencial, y a querernos tal y como somos.
Aceptarnos tal y como somos. Qué asignatura más difícil ¿no os parece?. Sería genial enseñarles a los niños a quererse y aceptarse, tal y como son. A conocer cuáles son sus puntos fuertes y a que aprendan que también tienen puntos débiles, con los que tendrán que lidiar a lo largo de toda su vida. Aprender que a pesar de nuestras limitaciones podemos hacer cosas muy grandes, que simplemente debemos conocerlas y aceptarlas, y aprender a sacarnos todo el partido del mundo, ya que tenemos también cosas muy buenas.
Un niño que pierde y es capaz de estar feliz con lo que ha hecho ese día sin duda ha aprendido a valorarse, más allá de situaciones puntuales. Ha aprendido a aceptar que tiene limitaciones, pero que no le van a impedir ser feliz en su vida y vivirla como él quiera. Ahhh ¡qué bueno es el deporte para enseñar valores a los niños!.
6) Perder nos permite valorar a los demás y ser conscientes de su esfuerzo
Reconocer el mérito del contrincante que nos acaba de ganar nos hace respetar a los demás de un modo que en pocos ámbitos de la vida podrán hacerlo. Reconocer que hay otros a los que ese deporte se les ha dado mejor, que se han esforzado, y que merecen reconocimiento es un paso muy grande para un niño. También lo es valorar el esfuerzo de aquellos a los que hemos superado, darles ánimo para la próxima vez, y desear suerte a nuestros contrincantes más feroces. Pero si practica deporte seguro que enseguida aprende a valorar más a los demás.
7) Perder nos ayuda a marcarnos nuevos objetivos de acuerdo a nuestras capacidades
De vez en cuando imparto cursos para adultos, destinados a ayudarles a sacar adelante su negocio usando Internet. Y ¿sabéis qué es una de las cosas que más me cuesta trabajar con ellos?: marcar unos objetivos realistas acordes con su situación.
Nos han enseñado a ser altamente competitivos, especialmente a compararnos con los demás. Pero no nos han enseñado a valorar adecuadamente qué podemos esperar de nosotros mismos, hasta dónde podemos llegar con esfuerzo, y a fijarnos unos objetivos con unos plazos concretos. Por supuesto, mucho menos sabemos redefinir objetivos dependiendo de la evolución que tengamos…
Y esto es imprescindible, tanto en las empresas como en nuestro día a día. Y el deporte lo enseña. Si hablas con cualquier niño que lleve un tiempo practicando deporte te dirá que su objetivo es clasificarse para tal competición, o quedar entre los 10 primeros en tal prueba por ejemplo. El deporte amuebla la cabeza mucho más de lo que nos pensamos.
8) Practicar deporte enseña valores y ayuda a los niños a mantenerse sanos
Independientemente de que ganen o pierdan, el deporte siempre es positivo: enseña muchos valores, y permite a los niños mantenerse sanos, activos y alejados del monstruo de la obesidad infantil. ¿Qué más da que mi hijo gane o pierda? lo importante es que esté sano y sea feliz. Y eso con el deporte se consigue.
¿Entendéis ahora por qué digo que quiero que mi hijo haga deporte y pierda? ¿acaso no deseáis eso mismo para vuestros hijos?.
¿Y los padres? ¿qué tal lo llevamos?
Ahora nos quedaría pendiente hacer una pequeña reflexión, acerca de cómo afrontamos los padres el hecho de que nuestros hijos participen y pierdan en el deporte:
- ¿Les presionamos o les apoyamos?
- ¿Les ayudamos a marcarse nuevas metas en función de sus capacidades o siempre les exigimos parecerse a los niños que ganan?
- ¿Les transmitimos el valor del equipo, de la participación, del esfuerzo o sólo nos quedamos con el estúpido resultado?
- ¿Les felicitamos por su esfuerzo o les reprochamos que hayan perdido?
- ¿Les hacemos ver las enseñanzas que se derivan de competir, ganando unas veces y perdiendo otras o somos demasiado orgullosos para eso?
- ¿Presumimos de nuestro hijo que tanto se esfuerza o sólo nos ven presumir de ellos cuando ganan?
- ¿Somos capaces de valorar las enseñanzas del deporte, en cualquier condición?
- ¿Contribuimos a estigmatizar el fracaso o somos capaces de dar más valor a quien después de haber perdido se levanta y continúa?
¡No os lo podéis perder!
Por último, no puedo resistirme a poneros un vídeo de esos que no te cansas de ver una y otra vez. Un vídeo delicioso que nos cuenta la historia de un equipo de fútbol. Un equipo increíble, en el que, aunque siempre pierden, mantienen la ilusión, marcan objetivos de acuerdo a sus capacidades y, sobre todo, trabajan en equipo y se respetan. ¿Acaso estos niños no nos pueden enseñar muchas cosas acerca del verdadero valor del deporte?.
Que seamos esos padres que aplauden desde el primero hasta el último de los niños que entren por la meta. Esos padres que elogian el esfuerzo y no tanto las victorias de sus niños. Esos padres responsables, comprometidos con la educación en valores. Esos padres que apoyan el trabajo en equipo, la empatía, el trabajo… En fin, esos padres que quieren a sus hijos por encima de todo y que les desean que sean felices, siendo los primeros o los últimos ¿acaso importa?.
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